Francisco Lasa Echarri

2006, 21 de Septiembre

Carmen Lasa

Orain dela hamabi urte Paco Lasarengana joan ginen Altzako argazki eta bestelako dokumentuen eske. Bere etxeko egongelan hartu gintuen eta orduz geroztik etxeko ateak zabalik izan ditugu harekin egoteko eta hitz egiteko, beti atsegin eta eskuzabal. Bere familiaren albuma, gaztaroko pasadizoak, itsasontzien kontuak, haren idatziak… herrian errotutako gizon bat ezagutu genuen. Mila esker Paco.

Es la primera vez que escribo de mi padre en tiempo pasado y ello me resulta difícil y doloroso, porque me obliga a enfrentarme de forma consciente al hecho de que ya no está entre nosotros, de que es ya tan sólo un recuerdo, una ausencia. En casa todavía repetimos sus frases, tomamos prestados sus objetos, leemos sus escritos, vemos las fotos en las que estamos todos juntos y nos parece que aún no se ha ido del todo. Supongo que es parte del duelo y un proceso por el que tarde o temprano pasamos todos.

Las primeras imágenes que conservo de mi padre son las de un hombre serio, fuerte, lleno de energía, muy trabajador. Mis hermanos todavía gateaban y lo rompían todo, pero a él le encantaba que estuviéramos a su lado mientras trabajaba. Extendía planos de barcos sobre la gran mesa del salón para concentrarse sobre ellos, para hacer números con su regla de cálculo, para redactar informes o revisar estabilidades y nosotros por allí, jugando a las canicas o las tablas, merendando, haciendo los deberes, construyendo un castillo o un rompecabezas en el poco espacio de la mesa que quedaba libre… Siempre me he preguntado cómo podía trabajar así, con seis niños alrededor y una tele encendida. Seguramente le agradaba aquella forma de compañía. Además nunca hubo grandes tragedias ni horrores: sabíamos muy bien que todo lo que estaba en aquella mesa era intocable y a ninguno se le ocurría saltarse una norma tan clara y de consecuencias tan nefastas.

Nuestro padre era tan estricto con su trabajo y sus tareas como con nuestras notas del colegio. Afortunadamente —o quizá por ello— todos fuimos buenos estudiantes, pero a él eso no le bastaba: quería que fuéramos los mejores de la clase (él siempre lo había sido), pero ni mis hermanos ni yo parecíamos estar por la labor.

Sin embargo, una vez aprobada la selectividad, nos dio libertad total para elegir carrera: nunca trató de influirnos para que eligiéramos esto o aquello, aunque todos sabíamos que soñaba con que alguno de los seis estudiáramos ingeniería naval para seguir sus pasos y tomar así las riendas de su oficina técnica. Fue su última baza, el menor de sus hijos, quien cumplió sus expectativas. Creo que aquello le produjo gran alegría y una especie de tranquilidad vital.

Nuestro padre se enfrentaba con coraje, energía y decisión a todos los problemas que le afectaban y que consideraba solubles. Su talento e inteligencia eran francamente notables y su capacidad de trabajo y honradez son difícilmente igualables. Su paso por la Alcaldía de San Sebastián le obligó a enfrentarse a un rosario de problemas y de dificultades que él fue desembrollando uno a uno: no buscaba en ello el lucimiento personal, sino el restablecimiento del orden, la eficacia y su modo de entender la justicia. Una vez tomada su decisión, era prácticamente imposible hacerle cambiar de idea; tal vez por ello pudo parecer a veces poco dialogante.

Entre los buenos recuerdos de la Alcaldía siempre destacaba dos: la construcción de la presa de Añarbe, que por tratarse de una obra de construcción e ingeniería le resultó un tema cercano y estimulante, y la visita de Sofía Loren a San Sebastián.

A lo largo de aquellos años tuvo oportunidad de conocer a mucha gente famosa y extraordinaria: los entonces Príncipes de Asturias, Arthur Rubinstein, la Doctora Ashlam, Adolfo Suárez, Chillida, Saura, un jovencísimo Steven Spielberg, Pedro Almodovar, actores, toreros, políticos, escritores, cantantes… pero apenas se refería a ellos ni le dejaron profunda huella. Sólo se dejó impactar por la belleza y simpatía de Sofía Loren.

En su cartera guardaba desde entonces una pequeña foto en blanco y negro en la que se veía a los dos muy elegantes en una gala del festival de cine y Sofía Loren le besaba en la mejilla mientras él sonreía. Enseñaba aquella foto con orgullo cada vez que tenía ocasión.

Nuestro padre era muy pasional con la gente y las cosas que le interesaban, que eran más bien pocas: la ingeniería, la pesca, la historia contemporánea, la pelota, los fueros y las guerras carlistas, los partidos de la Real… El resto no le interesaba —y aquí la lista es larga—: la música, la pintura, los viajes, las fiestas, las salidas con los amigos, el cine, el teatro, el deporte… y tampoco nuestros problemas adolescentes, nuestros cursos extraescolares, nuestros pequeños viajes y excursiones, nuestros males de amores o nuestros éxitos deportivos o artísticos. Para todo esto —afortunadamente— estaba nuestra madres.

Ambos eran muy diferentes y por lo tanto muy complementarios: a nuestra madre le interesaba todo lo que a él no. Es una pena que —por dos meses— no hayan podido celebrar sus bodas de oro. Además de sentido práctico y calidad en el día a día, ella le dio seis hijos y —por ende— nueve nietos que llenaron de especial alegría y afecto los últimos años de su vida.

A nuestro padre —como todos los hijos del mundo— le debemos muchísimo. Tenerlo a nuestro lado durante tantos años ha sido el mayor privilegio que nos podía conceder la vida. Era un hombre de una integridad y unos valores firmes al cien por cien. Nunca nada ni nadie le hizo traicionarse a sí mismo y siempre se guió por lo que creía que era su deber. Quiero creer que también a nosotros la vida nos permitirá estar a la altura de su ejemplo.

Murió mientras dormía, rodeado de afecto y acompañado de la mujer que tanto le quiso. A nosotros nos parece que una muerte tan dulce ha sido la justa recompensa, el merecido final, a una vida tan llena de plenitud y nobleza: tal vez por eso su muerte nos llenó de tristeza, pero también de una gran paz.

Agur, aita…

Carmen Lasa

San Sebastián, 4 de junio 2006

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5 comentarios

  1. F. JAVIER

    desearia me pudiese facilitar su e-mail.

    mi padre conocio al suyo entre el año 67 y el año 68, cuando se planto en compañia de otros en el despacho de d. Francisco Lasa ý le dijerón queremos que nos haga los planos de un pesquero, pero no tenemos ni un duro, despues de esponerle sus ideas para una coperativa pesquera, su padre se levanto extendiendo la mano y les dijo asi hablan los hombres, con la verdad por delante esten tranquilos que los planos llevaran la firma de Lasa. y de alli se marcharon con los planos de uno de los pesqueros mas hermosos que surco las aguas del cantabrico, la cooperativa de Luarca Nuestra Golondrina.
    No quedan hombres de este talante por el mundo.

  2. altza

    Hablaremos con su familia para que se pongan en contacto con usted.
    Saludos.

  3. A. Lasa

    Estimado F. Javier

    En primer lugar agradecerle sus afectuosas y cariñosas palabras hacia mi padre, que a mi me han emocionado.

    Gracias al fabuloso trabajo de Jon Serrano e Iñigo Landa, mi madre, mis hermanos y yo hemos tenido conocimiento de sus palabras, y hemos podido contactar con Ud. privadamente.

    Lo dicho, muchísimas gracias.

  4. Joxemi

    Entre otros muchos trabajos, Francisco Lasa hizo los planos de una goleta de madera que posteriormente se construyó en Lekeitio de manera totalmente artesanal. Prontó hará 30 años de su botadura y estoy recopilando información para que no quede en el olvido.
    Agradecería me pusieran en contacto con su familia. Saludos.

  5. Chano Ochoa

    Querida Carmen y familia.

    Que recuerdos más grande
    nos trae tu artículo y la foto. Siento la noticia del fallecimiento de vuestro padre.
    Nosotros estamos todos bien, mi pade nos dejó también hace 3 años

    No tengo noticias vuestras desde hace tiempo y os mando un abrazo muy fuerte

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