Pinceladas (II)

2009, 28 de Enero

Elena Arrieta

La Naturaleza nos coloca siempre en nuestra dimensión con respecto al suyo, míseros, pequeños, orgullosos.   Estoy en la bocana del Puerto de Pasaia. Aún no han dado las 10 de la mañana de un frío domingo de Enero. Ya han pasado las nieves y amaina el temporal.   Oigo el rumor de un bote que sale a la mar.  Levanto la mirada de mis papeles y me maravillo.   El sol  resplandece sobre el agua, el aire es frío, unas personas pasan por el paseo que queda a mi espalda, charlando animadamente. Otro barco, que sale a la mar. ¡Qué sensación de tranquilidad, de vida!

Tengo suerte y veo entrar a un mercante haciendo ese requiebro que tienen que hacer los barcos de calado, para coger bien la entrada al puerto.

Suenan campanas en Donibane… ya son las 10.   El cielo está raso.   Siento como si la Naturaleza me mirara desde su poderío, como se mira a ese hijo -o hija- descastado, que le va a vender, de nuevo uno de sus trozos más preciados: la bahía natural de Pasaia donde  la especulación, el comercio,  la avaricia, el trabajo, el disfrute a través de los tiempos, no ha impedido que llegue a nuestra época, protectora, bella, activa.

Y ahora ¿qué vamos a hacer unos y a permitir otros con el Puerto de Pasaia?   Por eso me he sentado aquí,  para ver si la Naturaleza me ayuda a limpiar, a quitar la zaborra de mis pensamientos.  Llevamos décadas oyendo argumentos y viendo actuaciones urbanísticas que se basan en esos mismos argumentos; que hablan de que el porvenir de generaciones futuras, su bienestar -y también el nuestro-  se centra en extraer de la Naturaleza y en muchos casos de saquearla, todo lo que tiene.  La Naturaleza está para nuestro provecho, nos dicen; todo lo que tiene, nos lo ofrezca o no, está al servicio del ser humano, para su uso y disfrute.   Yo no estoy segura; en realidad, estoy segura de que no es así, más bien al revés.

Y cuanto más miro al puerto de Pasaia, que hoy se ha vestido de gala, de domingo,  más dudas tengo sobre lo que nos espera.

He oído en diferentes ocasiones, a responsables técnicos de la Diputación  hablando sobre el gran esfuerzo que se está haciendo para repoblar las laderas de Jaizkibel, con flora autóctona.   Mis pensamientos, que no puedo controlar por independientes, se van hacia esos túneles que otro Departamento de la misma Diputación, entre otras instituciones, quieren hacer en el mismo monte.  Bien es verdad que, con eso de que todo es factible, entre los túneles y la zona de actuación de la que hablan esos técnicos forales hay suficiente sitio, con lo que volvemos a cuidar la apariencia de la guinda del pastel, mientras trabajan a su voluntad, la base de la misma tarta.

Llevamos décadas viendo como se degrada nuestro entorno, bajo el estandarte de una mejora de la calidad de vida.  Es obvio que se vive ahora mucho mejor pero ¿hacía falta esta agresividad hacia la Naturaleza?  Ahora vivimos en una época de crisis, de la que todos hablamos y que pocos entienden -posiblemente entienden más los que la han provocado-, y que justifica muchos de los cierres parciales o totales de empresas y se nos dice que para salir de ella, tenemos que seguir consumiendo.  Eso significará, y lo digo desde mi ignorancia en economía,  que las instituciones para paliar el bajón de la construcción o que, lo que es parecido, algunos constructores  son ahora algo menos ricos, investirán de forma desaforada en infraestructuras, sean o no convenientes para la ciudadanía, con una especie de bula para pisar  los más elementales derechos individuales y colectivos.

Recomiendo este magnífico paseo que ya es muy concurrido, a todo el que quiera ver el regalo de  Pasaia y, como estamos en pleno auge de los sistemas informáticos, en 3D, vayamos poniendo y quitando edificios, túneles, puertos exteriores y deportivos. Seamos críticos, que no es lo mismo que ser negativos, y capaces de tener un propio criterio, de saber filtrar todo lo que se nos promete y todo lo que estamos viendo; apliquemos nuestra experiencia en lo que vemos y pongámosle futuro.  Cotejemos los proyectos de la Autoridad Portuaria, de la Diputación Foral  de Gipuzkoa, de los diferentes ayuntamientos, del Gobierno Vasco; no nos olvidemos de los grandes ausentes: los ministerios españoles competentes que tendrán, si quieren, la última palabra.  Veamos en qué coinciden,  observemos en qué y dónde se tiene en cuenta la opinión de la ciudadanía, esa participación ciudadana tan cacareada y que es objeto de tantas promesas incumplidas.

25 de Enero 2009

platako

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1 comentario

  1. javi castro

    Mi enhorabuena por el artículo, que comparto en su extensión por ser conocedor de la zona desde mi niñez.

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